Daniel Noboa, el nieto e hijo del poder, revalida su mandato
El presidente de Ecuador ha sido reelecto arropado por una de las familias más poderosas del país
A Daniel Noboa Azín no le hacía falta ser presidente. Heredero del imperio bananero más poderoso de Ecuador, creció entre privilegios: mansiones, empresas familiares que facturan millones y apellidos que abren puertas. Pero en su entorno el poder no es un lujo, es una obsesión. Desde muy joven supo que, en su familia, no bastaba con tener dinero. Había que gobernar. Su padre, Álvaro Noboa, uno de los hombres más ricos del país, se lanzó cinco veces a la presidencia y perdió en todas. Una derrota tras otra que se convirtió en una herida en el linaje. Daniel, el primogénito, vino a cerrarla de un solo golpe. Ganó en su primer intento y cumplió el sueño frustrado de su padre. Este domingo ha revalidado su mandato, con la que ha definido como una victoria “histórica, de más de 10 puntos [de ventaja] de más de un millón de votos”, aunque su rival, la izquierdista Luisa González, ha dicho que no reconoce los resultados.
Daniel Roy Gilchrist Noboa se define como un hombre de centroizquierda, incluso ha dicho que admira a Luis Inácio Lula Da Silva, aunque fue la derecha ecuatoriana la que terminó abrazándolo. Cuando ganó la presidencia en 2023, no tenía partido propio, ni un aparato político que lo respaldara, ni alianzas sólidas que amortiguaran sus decisiones. Su capital era otro: el apellido, la juventud, la imagen de empresario exitoso y, quizás, el hartazgo de un país polarizado, de discursos violentos, al borde del colapso.
Noboa, que entonces tenía apenas 36 años, llegó al poder con un discurso conciliador y una promesa sencilla: ordenar el caos. Su predecesor, Guillermo Lasso, no logró sofocar las múltiples crisis institucionales que carcomían al Estado desde dentro. ¿Cómo lo haría alguien con menos experiencia, menos respaldo y menos tiempo? Su mandato, acortado por la llamada “muerte cruzada”, debía durar solo 18 meses. Medio tiempo para un país en llamas.
Ecuador, como la mayoría de países de América Latina, se mueve entre extremos: la promesa del orden autoritario y el espejismo de una democracia frágil. En ese vaivén, Noboa encontró una oportunidad. Con una retórica moderada y decisiones audaces, empezó a construir poder desde la nada. Subió tres puntos porcentuales el IVA, redujo el subsidio a los combustibles y aplicó drásticos racionamientos eléctricos a la industria en medio de apagones diarios de 14 horas. Pero nada ardió. Noboa, contra todo pronóstico, logró implementar medidas impopulares sin que estallara la calle.
El presidente-candidato mantuvo su popularidad con golpes de efecto y silencios estratégicos. Gobernar, para Daniel Noboa, ha sido también una cuestión de escenografía. En medio de la crisis energética, ordenó el asalto a la Embajada de México en Quito para capturar al exvicepresidente Jorge Glas, condenado por corrupción y asilado por el Gobierno de López Obrador. La comunidad internacional condenó el hecho, pero en casa, la acción le valió una nueva dosis de aprobación popular. Días después, se presentó en una consulta popular con aire de plebiscito y salió fortalecido: siete de las nueve preguntas obtuvieron el respaldo ciudadano, suficiente para darse un baño de masas.
Durante toda la campaña, Noboa llamó a votar por la continuidad. Dijo que solo él fue capaz de enfrentar al crimen organizado con mano firme, a través del llamado Plan Fénix, una estrategia cuya existencia es más narrativa que operativa. Diecisiete meses después de su anuncio, no se conocen sus objetivos ni sus mecanismos. Solo que ha militarizado las cárceles y las calles, devolviendo el protagonismo a las Fuerzas Armadas.
Pero la realidad en los datos desmiente cualquier ilusión de control. En lo que va de año, Ecuador ha registrado más de 2.200 homicidios, superando las cifras del mismo periodo de 2023, que ya había sido el año más violento de su historia. La violencia no solo persiste, sino que se expande: los delitos de extorsión y secuestro han aumentado un 35%, según las cifras oficiales, que solo contemplan los casos denunciados.
La economía tampoco ofrece refugio. Más de 132.000 ecuatorianos perdieron su empleo en 2024, en un escenario de inversión estancada y confianza empresarial a la baja. Y mientras los números se disparan, los servicios públicos se desmoronan en silencio. Los hospitales sin insumos, las escuelas con techos que se caen, no se pueden asegurar los servicios básicos y sacar un pasaporte puede tomar meses.
Sin embargo, Daniel Noboa Azín ha recibido este domingo el respaldo de los ecuatorianos para seguir al frente del Gobierno. Y no lo hará solo. Su madre, Anabella Azín, que obtuvo la votación más alta en la papeleta de asambleístas y podría convertirse en la próxima presidenta de la Asamblea Nacional. El poder Ejecutivo y el Legislativo, entonces, quedarían en manos de una sola familia.
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